En estos tiempos de confinamiento, tras las primeras semanas de incertidumbre, miedos y desconfianza, ahora parece que poco a poco volvemos a una cierta rutina o estabilidad dentro de las circunstancias. Algunos ya salen a trabajar, otros lo miran desde casa sin trabajo, pero quien más quien menos ya empieza a habituarse a la situación de excepcionalidad que parece que se alarga.
Es en este contexto donde sale mi reflexión de este artículo. Muchos amigos, compañeros y familiares me comentan estos días que no paran de ver series noche y día, algunos cocinan mucho y hacen grandes comidas, otros que beben alcohol de forma menos esporádica que antes (por decirlo suavemente) y otro grupo que están totalmente centrados en la práctica de yoga.
Podríamos pensar que estos últimos son los que van por el buen camino, pero no siempre es oro todo lo que reluce. El yoga, al igual que las otras opciones, no puede convertirse en nuestro opio. La adicción espiritual, como una salida a nuestra realidad no es la solución. Y el yoga, tant beneficioso como es, puede ser una adicción como cualquier otra.
Al adentrarnos en el camino del yoga, sobre todo si lo hacemos por su vertiente más saludable y de crecimiento personal, los beneficios que encontramos después de cada sesión de yoga donde estamos mejor al salir que al entrar, parece que nos evoquen al cuanto MÁS mejor. Cuanto más practiques, cuanto más ayunos hagas, cuanto más mantras hayas recitado, cuantas más posturas domines, cuantos más maestros conozcas, etc. Muy, mucho, más, todo, al máximo.
Mi maestro siempre nos recordaba que no es necesario ir a retirarse al Himalaya o no comer durante tres meses por ser un gran yogui. Que el yoga auténtico comienza con uno mismo, y que personas muy mundanas que incluso beben vino o comen un buen entrecot pueden ser grandes yoguis. Así que no juzgamos ni a los demás, ni a nosotros mismos, sino que aprendemos a observar para convertirnos y fusionarse con esta luz interna.
Porque en el proceso espiritual debemos enfrentarnos con nosotros mismos. A nuestras sombras (miedos, inseguridades, agresividad, emociones negativas, tristeza) y en nuestra luz (la confianza, el amor, la comprensión, la felicidad). Todo forma parte de nosotros, de nuestra historia, del pasado, presente y futuro.
Si en estos días estamos tristes, tenemos miedos, nos enfadamos, cualquier emoción es válida. No la ignoramos, la aparcamos o la enterramos bajo una práctica espiritual; pero tampoco nos obsesionamos como si no existiera nada más. La reacción ante una emoción es la que marca la diferencia. La podemos observar y conocer su origen profundo a través de indagar sobre las emociones que nos surgen.
Os dejo una serie de preguntas para la indagación personal que os pueden ayudar en el momento actual. También un vídeo / reflexión sobre el miedo de Montserrat Ramírez de Yoga Infinito, Escuela de Yoga.
- ¿Como estás aquí y ahora? ¿Sientes tristeza, miedo, rabia, frustración, ira, ansiedad, preocupación? Igual es una sensación leve, un runrun que está muy profundo bajo capas y capas de «todo está bien, estoy muy bien».
- Observa esta emoción y describela con tus palabras.
- ¿Es la primera vez que aparece esta emoción en tu vida?
- ¿Sientes la emoción a alguna parte concreta de tu cuerpo? ¿El estómago, el corazón, el cuello, la espalda?. Si es así lleva en ella las manos. Respira de forma tranquila y profunda unas tres veces.
- Cierra los ojos y cuenta atrás de 10 hasta 1. Al llegar a 1 busca el primer recuerdo que te venga a la mente relacionado con esta emoción. Lo que sea. Deja que una palabra relacionada con esto que ha aparecido surja de tu boca expresando esta emoción guardada.
- Quedate observando este recuerdo, pon tus palabras, sonidos, expresiones. Describe dónde estás, si estás solo o acompañado, en invierno o verano, todo lo que sucede en tu recuerdo.
- Al abrir los ojos puedes escribir todo lo que haya surgido en una hoja de papel, dejando que las palabras cargadas de la emoción se trasladen al papel. Como si pudieras soltar a través de la tinta todo lo que pasó y que ahora ya no está.
- Al terminar agradece si algo se ha movido, si has podido liberar una emoción estancada. Piensa también en las personas que estaban implicadas en la situación y les pides perdón a la vez que los perdonas.
- Puedes quemar el papel en una chimenea o desmenuzarlo y tirarlo sintiendo que entregas lo que ya no necesitas que te liberas de lo que ya no quieres.
Fotografía artículo: Photo by Jaroslav Devia on Unsplash