Este abril salió una noticía que me llamó la atención especialmente, investigadores de la Universidad de Copenhague y la Universidad de California en Berkeley habían encontrado que en la tribu de los Bajau (pueblo nómada vive en las aguas de las Filipinas, Malasia e Indonesia) sus individuos han evolucionado para tener una mejor adaptación a su estilo de vida, el buceo con apnea o a pulmón libre.
El artículo es muy interesante y explica como se han encontrado dos o más variaciones genéticas que explicarían su posible adaptación a la hipoxia (estado de deficiencia de oxígeno en la sangre, células y tejidos del organismo, con compromiso de la función de los mismos que puede causar la muerte). Por un lado los Bajau tienen un bazo hasta un 50% más grande que sus vecinos de otra etnia agricultores y no pescadores. Y por el otro han identificado un gen responsable de aumentar la hormona tiroidea que podría relacionarse con el bazo.
Os recomiendo leer la notícia y el artículo originial publicado en la revista Cell. Pero a mi me ha llamado especial la atención la relación entre la apnea, la evolución genética y el bazo. Ya que como amante del yoga, del pranayama y la respiración consciente conozco y me intrigan las prácticas yóguicas de retenciones a pulmones llenos o vacíos de varios minutos.
La mayoría de personas puede aguantar la respiración (bajo el agua o sobre ella) durante unos cuantos segundos; algunas durante unos pocos minutos (con entrenamiento y constancia). Pero los Bajau llevan el buceo libre al extremo: son capaces de sumergirse durante 13 minutos a profundidades de 60 metros o más. Y lo hacen de forma natural, los jóvenes aguantan menos y los más experimentados más.
“Pranayama es el cese de la inspiración y de la espiración cuando se ha adquirido (ásana)’ – Yoga sutras de Patañjali, II 49 [22]
La retención del aliento o suspensión de la respiración en el pranayama es de gran importancia, hasta tal punto que conforma su misma esencia. Según los tratados clásicos, las otras técnicas sirven para prepararla y encuadrarla. El pranayama empieza con las retenciones de aliento. Kumbhaka significa retención de la respiración, forma parte de todas las prácticas y se puede entender como la retención o suspensión de la respiración en cualquier fase del ciclo respiratorio.
Aunque en la práctica de yoga se suelen practicar retenciones de pocos segundos, los tratados clásicos y los grandes yoguis hablan de retenciones de 90 segundos a varios minutos: Estas retenciones tienen efectos sobre los tejidos y todos los órganos del cuerpo. Ante la falta de oxígeno, el cuerpo se pone en modo de supervivencia, constituye una acrobacia fisiológica de gran peligro, que se debe practicar bajo la dirección de expertos cualificados.
Pero recordemos que la finalidad de las retenciones de aliento en el yoga no es fisiológica: no pretende aumentar el torrente sanguíneo ni la absorción de oxígeno. Su finalidad es controlar el prana, elevar la energía y llegar a la iluminación. Y es aquí donde entra el bazo.
Según las técnicas energéticas de sanación derivadas del yoga, el bazo es un reservorio de prana o energía vital. Nos conecta con la circulación de la energía vital a través del cuerpo mediante los tres circuitos de prana. Se puede traspasar energía del bazo (un chakra secundario doble, tiene parte anterior y posterior) a los centros principales: primer y segundo chakra o cuarto y quinto.
De alguna manera, los yoguis percibieron que mediante las apneas o retenciones prolongadas de aliento, el bazo generaba más prana o energía vital. Relacionando este prana como fuente energética en nuestro cuerpo.
Bueno yoguis, quien sabe si dentro de unos milenios todos disfrutamos de este bazo enorme que nos llene de energía y nos permita retener el aliento a voluntad durante minutos. De mientras no dejemos de sorprendernos del avance de la humanidad que es capaz de generar mutaciones que se adapten a todos los medios.
Buena práctica yoguis!